Raphaël Jerusalmy es un escritor nacido en París. Diplomado en la Escuela Normal Superior y de la Sorbona. Al acabar los estudios se trasladó a Israel e hizo carrera dentro de los servicios de inteligencia israelíes. Actualmente, ejerce de librero en Tel-Aviv, en la especialidad de libros antiguos. Es autor de La cofradía de los cazadores de libros (Navona, 2014). Salvar a Mozart ha recibido el premio Emmanuel-Roblès.
Otto J. Steiner, austriaco, con algún ascendiente judío, está recluido en un sanatorio de Salzburgo, víctima de la tuberculosis, mientras que en el mundo exterior tienen lugar graves acontecimientos políticos. En verano de 1939, poco tiempo después del Anschluss, Steiner, melómano y hombre de gustos refinados, empieza a relatar en un diario su humillante vida de enfermo, solo y en precarias condiciones materiales, a la vez que en sus palabras se va manifestando no sólo un intenso amor por la música, sino un profundo conocimiento de ella. Se acerca el 17 de julio de 1940, día de la inauguración del Festival de Música en el Mozarteum, con la presencia de altas jerarquías nazis. Karl Böhm figura como director de la orquesta y Schneiderhan, como solista. Pero este día también es el de la venganza de Steiner, preparada con minuciosidad, solapada, sutil, contra la brutalidad y la incultura nazis. Una gratificante venganza.
Al ser un libro escrito en forma de diario, el narrador es en primera persona. Todo el libro está narrado por Otto J. Steiner, que es el escritor del diario. Este narrador es muy particular, muy transparente. No se guarda nada en la manga, pero claro, un diario sirve para plasmar lo que quieres, lo primero que se te viene a la cabeza, y siendo tú mismo en todo momento, sin filtros y sin tener que esconderte.
El protagonista nos puede parecer muy volátil, ya que se registran distintos cambios de humor a lo largo del libro, pero eso solo hace que sea más creíble el tópico del diario.
No puedo decir que los personajes estén muy bien construidos, porque no es una novela en sí. Sí es una obra de ficción, pero al estar escrito en forma de diario, los personajes están algo esbozados, como si le contáramos a alguien acerca de alguna persona. No hay descripciones, ni se nos dice cómo piensa tal o tal personaje, Otto simplemente nos los menciona, para decir que le han visitado o que está pensando en ellos. Así, sabemos que hay un Hans, que es amigo suyo y va a verlo de vez en cuando; hay un hijo del portero que le lleva salchichas del mercado, cuando aún quedan, otro enfermo que juega con él al ajedrez… una serie de personas que sabemos qué significan para Otto pero que no llegamos a conocer.
La ambientación está muy lograda, ya que, a pesar de conocer solo el punto de vista del protagonista, nos hacemos una clara idea del sanatorio, y de los lugares que visita Otto las dos veces que sale de allí. He de decir que en este sentido el libro es un poco claustrofóbico. A veces me sentía encerrada en las páginas, y un poco agobiada, como con ganas de querer salir de ahí (sin estar verdaderamente dentro, que tiene guasa); y así es como pienso que debía sentirse Otto.
Como me suele pasar con los libros que tienen un componente de la Segunda Guerra Mundial, este me ha dejado fascinada. Sin embargo, este libro solo esboza la Segunda Guerra Mundial, no profundiza en ella ni en los horrores más crueles.
La Segunda Guerra Mundial comienza a cobrar protagonismo cuando a Otto le encargan la descripción de unas piezas musicales para un festival que se celebra en Alemania. Ahí convergen dos cuestiones muy importantes en la novela: la importancia de la música para el protagonista (que ya entreveíamos al principio) y el desprecio que le tiene al Tercer Reich. Estos dos puntos se unen en una obsesión, que es la que le da el nombre al libro: salvar a Mozart. El protagonista quiere alejar por todos los medios las obras de Mozart de este festival. Es su forma de “no manchar” la música, de que no sirva con el propósito de hacer disfrutar a los simpatizantes del Tercer Reich. Lo toma como su objetivo final, un cometido que tiene que llevar a cabo antes de morir.
Otra cosa que quería destacar son las cartas que Otto le escribe a su hijo. Me resulta curioso que esto ocurre hacia la mitad de la novela, justo cuando empieza a obsesionarse con el festival, y esto me da qué pensar… ¿no se le estará yendo la cabeza a Otto?
Bueno… tengo que deciros que solo he leído dos “ineludibles” de la editorial Navona, pero me tienen totalmente enamorada. Son lecturas cortas, pero tienen una reflexión muy profunda. No dudo que leeré muchos más, y recomiendo encarecidamente que vosotros las incluyáis en vuestras próximas lecturas.
No paro de ver reseñas positivas de este libro. Tengo que leerlo.
ResponderEliminarBesotes!!
Me encantó esta historia. Sin duda Los Ineludibles nos traen novelas estupendas.
ResponderEliminarBesos
Éste ya está en mi lista, porque su sinopsis ya me había llamado mucho la atención. Con tu reseña confirmo que podría gustarme mucho.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Me gustó mucho. Es el único ineludible que he leído de momento, a pesar de que tengo en la estantería todos (menos 1)
ResponderEliminarBss
Son varios los libros que me apetecen de esta editorial, este uno de ellos!
ResponderEliminarUn beso
Yo leí el nadador y creo que la colección tiene bien puesta el nombre
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