En este capítulo, ya armado caballero, don Quijote decide
encaminarse a su hacienda para proveerse bien de todo lo que necesita. Por el
camino ve a un labrador pegándole una paliza a su criado por haber perdido una
oveja, y don Quijote, creyendo que se le presentaba su primera oportunidad de
hacer proezas como caballero, se para a ayudar (o eso cree él) al criado.
Conmina al labrador con que pague lo que le debe al criado y le deje en paz, o
él mismo le dará su merecido. Acude a las leyes de caballería —pues confunde al
labrador con un caballero—, para hacerle jurar por estas leyes que obedecerá a
don Quijote. El labrado, que nunca ha sido caballero, se lo jura, y don
Quijote, creyéndose que ha hecho una buena acción, parte contento a su
hacienda. Ni que decir tiene que el labrador, en cuanto nuestro protagonista
desaparece, vuelve a arremeter contra su criado.
La segunda parte de este capítulo se da en un cruce de
cuatro caminos en el que Quijote se para a recrear los cruces de caminos de los
caballeros andantes de sus libros. En esto está cuando divisa a lo lejos a un
grupo de mercaderes —que él vuelve a confundir con caballeros—, y les da el alto
diciendo que no les dejará pasar a no ser que juren que no hay mujer más bella
que su Dulcinea del Toboso. Los hombres le discuten que sin verla no pueden
juzgar si es la más bella o no, contestación que Quijote se toma como una
verdadera ofensa a su dama; para salvaguardar su honor se dispone a pelear con
los mercaderes, pero tropieza Rocinante y don Quijote cae al suelo, así que los
mercaderes aprovechan para pegarle una buena paliza. El capítulo nos deja con
un don Quijote magullado pensando que esas situaciones también son vivencias de
los caballeros andantes.
En este capítulo comenzamos a ver más claramente que la
locura persigue a nuestro protagonista allá por donde va. Todo lo que él ve y
siente es producto de su locura —confundir labradores y mercaderes con
caballeros, ventas con castillos…—. Todo es producto de su imaginación, y sólo
atisbamos la realidad a través de los otros personajes que van apareciendo en
su camino.
Destaco, como siempre, que don Quijote cambia la fabla cortesana en sus delirios con
Dulcinea, mientras que en el resto de situaciones mantiene un habla medieval
(el de la época), pero normal; es decir, habla como los caballeros andantes,
pero de la misma manera que todos los personajes —¿por qué haría esto
Cervantes? Yo creo que puede deberse a que Alonso Quijano (nuestro don Quijote)
tiene en su haber varios registros de la lengua, por eso puede usar uno u otro
a su antojo. Es mi teoría… no he tenido el honor de consultarle al profesor
Rico su opinión :P—.
Y esto es todo esta semana… ¡la que viene más!
Un buenísimo análisis de este capítulo!
ResponderEliminarBesotes!!!