17 de febrero: Capítulo VI Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo
El capítulo comienza con don Quijote dormido. el cura pide al ama que le enseñe los libros que han vuelto loco a nuestro y ella accede de buena gana. El cura dictamina que habrá una quema de libros, pero que antes quiere hojearlos porque no considera que todos sean merecedores de tal castigo (en este punto, aclara Francisco Rico, es cuando podemos ver las medidas de la Inquisición). La sobrina se encabezona en que todos los libros han de ser quemados, pues todos ellos han contribuido a la locura de su señor, pero el cura no cede, antes quiere ver los títulos.
En esta parte podemos observar, muy a placer mío, lo que sin duda son preferencias de Cervantes: Los cuatro de Amadís de Gaula (el primero me lo tuve que leer en primero de carrera). El cura pretende echarlo al fuego por ser el primero de caballerías, creador de toda una prole del mismo género, pero el barbero le dice que perdone a ese libro en particular porque no hay otro como él, es la perfección de ese género, así que el cura decide dejarlo pasar. En este diálogo entre el cura y el barbero, a mí me da la sensación de que Cervantes se encuentra en esta ocasión en la voz del barbero.
Las sergas de Esplandián no corre la misma suerte y éste sí que va al fuego. Con él, todos los de la serie de Amadís son arrojados a las llamas, salvándose sólo el primer Amadís, el "auténtico". Las continuaciones del Amadís son, principalmente, de Feliciano de Silva, lo que me lleva a pensar que quizá Cervantes no era un lector acérrimo de este escritor. Otros que se salva son el Palmerín de Inglaterra y Don Belianís con sus continuaciones, además de Tirant lo blanc (o Tirante el Blanco como aparece en la obra). Es el propio cura quien recomienda su lectura al barbero, así que veo que Cervantes ha trasladado su voz del barbero al cura para decirnos, una vez más, sus gustos literarios.
El cura dictamina que irán a la hoguera libros de Torquemada, Melchor Ortega, y muchos más. No sé interpretar si por su alusión en la obra, Cervantes les tenía aprecio, o al contrario, al hacer que el cura los eche a la hoguera, no le gustaban en absoluto estos libros. Me inclino más a lo segundo, también por lo que es el Quijote en sí: una parodia de los libros de caballerías.
Nos alejamos del género de caballerías y se ensañan ahora con los pastoriles. La sobrina propone quemarlos también, para evitar que Quijote sane de la locura caballeresca y se meta de lleno en una locura pastoril, así que, a pesar de la reticencia del cura y el barbero, son quemados títulos como La Diana, de Montemayor (que también me he leído) y las Diana de Gil Polo y Salmantino. Se menciona también La Galatea, del propio Cervantes, que os adelanto que se salva de las llamas (según mi profesor esto es contradictorio, porque Cervantes nunca estuvo orgulloso de su Galatea, pero aquí lo tenemos, defendiendo la obra).
Este es uno de los capítulos que más me gusta, y no, no es porque se quemen libros. Me gusta porque nos adentramos en los gustos de Cervantes, porque le descubrimos a través de los personajes, y sobre todo en los diálogos entre el cura y el barbero. Vemos su entusiasmo a través de uno u otro cuando se mencionan algunos títulos, y también su "desprecio" a la mención de otros títulos; pero lo importante y atrayente de este capítulo es esto mismo, poder conocer más de este autor del que nunca sabremos mucho más de lo que los críticos han podido sacar en claro de sus escrituras.
Y fin, la semana que viene ¡más y mejor!
Totalmente de acuerdo. Lo mejor es poder conocer un poquito a Cervantes.
ResponderEliminarBesotes!!!